ALMA Y MISIÓN

 

 

Tengo ya una vida hecha, soy  uno de los que formamos la aplastada clase media, tengo un oficio y hogar modestos. Todos los días cuando despierto, me reprocho el hecho de nunca haber podido tener todo lo que quise.

 

         Hoy como todos los días tengo que ir al trabajo, así que salgo de mi casa y camino por las mismas calles oscuras, llenos de mendigos que se arrastran a los pies de los transeúntes para pedir un poco de dinero, incluso un niño de cuerpo caído y escasa sonrisa que trata de quitarles el pan a las palomas de las manos de un viejecita. Yo como siempre, sólo miro y sigo caminando.

 

         Al término de mi jornada, todo un día de arduo trabajo, se presenta en mi cuerpo sumándose a mi desgraciada vida y, lo único que quiero en este momento es escapar de aquí, así que salgo de prisa, comienzo a transitar los mismos sitios con la cabeza hacia abajo pensando que no sé para que vivo. En una esquina de pronto siento que mi pantalón se atora en algo, volteo y miro que sólo es aquel niño que me jala desesperadamente para pedir ayuda o no se, pero yo, lleno de mis frustraciones me enojo tanto que comienzo a sentirle repudio, giro mi pierna tan fuerte que logro zafarme de sus manos que me habían asido con todas sus fuerzas, camino hacia mi casa y después de un rato, poco antes de traspasar la puerta, viro y me doy cuenta de que el niño me sigue, sin embargo, yo corro de prisa, entro y cierro la puerta casi en sus narices.

 

         Estoy tan cansado que decido sentarme en un sofá, trato de dormir pero empiezo a sentir frío muy intenso, tomo una cobija y me envuelvo en ella, pero el frío no desaparece, además comienza a combinarse con hambre, me envuelvo otra cobija y corro hacia la cocina, como todo lo que puedo, ¡estoy tan entumido! Siento un dolor en el estómago tan agudo, que me desplomo al suelo, pierdo el conocimiento, abro lentamente mis ojos, miro a mi alrededor y no entiendo que pasa, me veo tendido en un callejón oscuro junto a otros cuerpos que se lamentan a gritos. Después de un tiempo los observo, me miro a mí... caigo en la cuenta que soy uno de ellos lamentándose, no entiendo por qué de pronto veo al pequeño que se acerca a mí tratando de jalarme con todas sus fuerzas para que pueda levantarme pero sus esfuerzos son inútiles, así que me arrastra y me saca del  callejón; lo miro y le pregunto el por qué de su ayuda él solo responde: -he cumplido mi misión. Me vence el sueño, al despertarme estoy de pie en mi cocina. Muy desconcertado me siento como atrapado en mi propia casa, así que decido salir, cuando abro la puerta veo que el niño yace muerto a pocos metros de mi puerta.

 

 

 

Corcobí